La Misión Árbol ha compensado menos del 2% de los bosques que se han destruido en el país desde su lanzamiento
POR: JULIO CÉSAR CENTENO
El Ministro de Ambiente, Alejandro Hitcher, destacó en declaración a los medios de comunicación el pasado 21 de Abril 2012 los logros de la Misión Árbol. Resaltó que en los 6 años desde su lanzamiento en el 2006 se habían reforestado 32.000 hectáreas, con un promedio de 5,300 hectáreas por año. Estos logros fueron ratificados en declaraciones del viceministro de ambiente, Alexander Cegarra, recogidas por la prensa en sus ediciones del 6 de Junio 2012.
La Misión Árbol fue anunciada por el presidente Chávez en el 2006 con la visión de “generar en la población venezolana una consciencia ambiental sobre la importancia de los bosques, el equilibrio ecológico y la recuperación de tierras degradadas por el modelo de desarrollo predominante”. El objetivo señalado en esa oportunidad era aumentar la superficie boscosa a través de la reforestación de 150.000 hectáreas en 5 años, con el establecimiento de 100 millones de árboles.
Concluido el período inicialmente establecido, sólo se ha alcanzado una quinta parte del objetivo trazado.
Según la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y la Organización Internacional de la Madera Tropical (OIMT), durante el período 2001-2010 se han destruido en Venezuela 2,8 millones de hectáreas de bosques naturales, a una tasa promedio de 280.000 hectáreas anuales (FAO – State of the World’s Forests 2011; FAO/ITTO – The State of Tropical Forests 2011; CEPAL – Superficie de Bosques 2011). La superficie forestal se redujo de 49,15 a 46,27 millones de hectáreas en ese período.
Mientras que a través de la Misión Árbol se habrían reforestado 32.000 hectáreas en los últimos 6 años, en el mismo período se habrían destruido 1.680.000 hectáreas del patrimonio forestal de la nación. La Misión Árbol habría compensado menos del 2% de los bosques que se han destruido en el país desde su lanzamiento.
Según las estadísticas del Ministerio del Ambiente, la superficie boscosa se redujo de 58 a 47,6 millones de hectáreas entre 1980 y el 2010, a una tasa promedio de 347.000 hectáreas anuales durante 30 años consecutivos (MPPA-Indicadores Ambientales 2012). Se reconoce así un crimen ecológico de gigantesca magnitud, cometido con absoluta impunidad. Entre los responsables de este asalto contra la estabilidad de la nación no sólo se encuentran ganaderos, agroindustriales, madereros y latifundistas, sino también las autoridades competentes que permitieron tan insólita destrucción.
Según el Ministerio del Ambiente, sólo entre el 2001 y el 2010 se destruyeron 1,4 millones de hectáreas, a una tasa promedio de 140,000 hectáreas por año. Destaca que la superficie forestal estimada “se fundamenta en proyecciones prospectivas y retrospectivas sobre la base de la superficie boscosa nacional al año 2000 publicada por la FAO en su informe Evaluación de los Recursos Forestales -2005”.
La tasa promedio de deforestación estimada por el Ministerio del Ambiente para el período 2001-2010 (140.000 hectáreas por año) es equivalente a la mitad de la deforestación señalada por la FAO, la CEPAL y la OIMT para el mismo período. Esta diferencia se debe en buena parte a la cuantificación por parte del Ministerio del Ambiente de áreas boscosas que ya no existen. Tal es el caso de las 116.000 hectáreas de bosques en la reserva forestal de Turén, donde se destruyó mas del 95% de sus majestuosos bosques originales. Turén fue convertida en potreros hace décadas, pero continúa siendo contabilizada en su extensión original como reserva forestal (Ministerio del Ambiente: Estadísticas Forestales 2010).
De manera similar se contabilizan como existentes enormes masas boscosas en su mayor parte destruidas hace años. En la reserva forestal de Caparo sobrevive menos del 20% de los bosques que inicialmente cubrían 180.000 hectáreas. Los relictos remanentes se encuentran además severamente fraccionados, asediados e intervenidos, con escasas posibilidad de sobrevivencia. Algo similar ocurre en la reserva forestal de Ticoporo, donde apenas sobrevive una cuarta parte de las 270.000 hectáreas de bosques originales. De las 450.000 hectáreas de ricos bosques selváticos en la reserva forestal de San Camilo se ha destruido mas del 80%. Situaciones similares se evidencian en Río Tocuyo, San Pedro, Guarapiche, Tumeremo, Paraguaza, Orituco, Pedernales y partes de las reservas forestales del Caura e Imataca, entre múltiples casos adicionales de bosques que han sucumbido con la complicidad de las autoridades encargadas de velar por su protección. Si se sinceraran las cifras sobre las superficies de bosques efectivamente existentes en la actualidad, la diferencia entre las estadísticas de FAO – CEPAL – ITTO (46,2 millones ha en el 2010) y las estimaciones del Ministerio del Ambiente tienden a anularse.
El recientemente lanzado satélite Miranda es el instrumento ideal para sortear esta disyuntiva. Se encuentra dotado con dos cámaras con una resolución de 2,5 metros en modo pancromático y de 10 metros en modo multiespectral. También cuenta con dos cámaras de media resolución que pueden enfocar detalles con un tamaño cercano a 15 metros. Es un instrumento idóneo para monitorear la cobertura forestal del país en tiempo real, identificando los diferentes tipos de bosques y sus grados de fraccionamiento e intervención.
Sin embargo, aún partiendo de las estimaciones del Ministerio del Ambiente, la Misión Árbol sólo ha podido compensar el 4% de los bosques que se han destruido en el país desde su creación. Mientras que las proyecciones “retrospectivas” y “prospectivas” en las que se basan estas estimaciones tienden a generar la ilusión de que la tasa de destrucción del patrimonio natural del país se redujo a partir del año 2000.
Durante más de 30 años, Venezuela ha sido víctima de políticas públicas destinadas a sustituir bosques naturales por actividades agrícolas, con la consecuente transferencia de tierras públicas a manos privadas. Según la FAO, sólo entre 1990 y el 2010 Venezuela perdió 5,7 millones de hectáreas de bosques. Tres cuartas partes de esta devastación se debe a la expansión de la frontera agropecuaria hacia territorios originalmente cubiertos por bosques públicos. Consumada la destrucción, sus perpetradores son premiados con la propiedad de las tierras afectadas, pasando del dominio público a manos privadas, por hecho o por derecho. Otras causas de la deforestación incluyen la explotación irracional de madera comercial, la actividad minera, la construcción de infraestructura y la expansión de las áreas pobladas.
En 1982 el gobierno de Venezuela consideró que, para suplir la demanda de alimentos de la población venezolana para el año 2000, sería necesario ampliar la frontera agropecuaria de 24 millones a 40 millones de hectáreas. La expansión propuesta correspondía principalmente a la ganadería [14 millones ha], con 2 millones de hectáreas para la ampliación de cultivos. La propuesta señalaba explícitamente: «Es evidente que debemos sacrificar parte de nuestra vegetación natural para destinar el suelo a otros usos productivos» (MARNR: Sistemas Ambientales Venezolano, 1982).
Para el año 2000 la superficie agrícola se había efectivamente expandido, a 34 millones de hectáreas. Sin embargo, cerca del 40% de la superficie agrícola se mantenía ociosa, mientras las importaciones representaban para entonces más del 70% del consumo nacional de alimentos.
La deforestación se ha registrado principalmente al norte del Orinoco, donde se encuentra la mayor parte de la población. Una de sus consecuencias es la escasez de agua tanto para el consumo doméstico como para la irrigación de tierras agrícolas o la producción de energía eléctrica. Otra consecuencia es la pérdida irreversible de buena parte del patrimonio biológico de la nación. Venezuela es uno de los 8 países del mundo más ricos en diversidad genética. Esta riqueza se encuentra asociada principalmente a los bosques naturales del país. La deforestación implica la erradicación definitiva e irreversible de miles de especies de plantas y animales.
También se genera un significativo aumento en la intensidad de sequías e inundaciones, con daños a la producción agrícola, represas hidroeléctricas, sistemas de irrigación, vías de comunicación, empresas y hogares; erosión y pérdida de la fertilidad de los suelos; y crecientes dificultades en el suministro de leña, alimentos, medicinas, materiales de construcción y otros productos tradicionalmente suministrados por los bosques a comunidades indígenas y campesinas.
El 80% de los bosques remanentes de Venezuela se encuentra en la mitad del país al sur del Orinoco. En la mitad del país al norte del Orinoco los bosques cubren menos del 20% de la superficie, en su mayor parte fraccionados e intervenidos. En esta porción del país se encuentra la mayor parte de la población venezolana.
La destrucción de los bosques naturales implica la erosión del patrimonio genético de la nación, el principal legado de generaciones futuras. La erosión de la estabilidad ecológica amenaza a su vez la estabilidad social y económica de nuestros descendientes.
Urgen políticas públicas destinadas no sólo a detener la deforestación, sino a revertirla a través de programas masivos de reforestación. Venezuela se encuentra ante la posibilidad cierta de reforestar al menos 3 millones de hectáreas en los próximos 6 años. Una tercera parte con plantaciones para la producción de madera industrial y dos terceras partes para la reforestación de cuencas y la protección de fuentes de agua, el control de sequías e inundaciones, la recuperación de tierras agrícolas degradadas y el fortalecimiento de actividades agro-forestales. La mayor parte de estas plantaciones debe fundamentarse en mezclas de árboles autóctonos para reconstruir bosques similares a los originalmente existentes en esos territorios. Se garantizaría así su estabilidad ecológica y la de los ecosistemas donde se establezcan. Para impulsar un plan de esta naturaleza se requiere fundamentalmente voluntad política.
Eliminar la deforestación es una necesidad, no una opción. Continuar con la destrucción de los bosques naturales del país es sinónimo de un suicidio colectivo a largo plazo. Sin bosques no hay agua, ni tierra fértil, ni energía hidroeléctrica, ni sistemas de riego, ni producción de alimentos. Estaríamos también destruyendo el patrimonio genético de la nación, la principal riqueza estratégica y económica de generaciones futuras. Detener este proceso destructivo es una cuestión de seguridad nacional.