Quienes viven en países con las cuatro estaciones pueden deducirlo fácilmente. Quienes vivimos en países tropicales, con exuberantes estaciones de lluvia y sequía, no tanto. Y quienes viven hacia los extremos del mundo, en el Polo Norte y el Polo Sur sabrán muy bien de lo que se hablará en este artículo. ¿Nos acompañas?
Esto es lo que te puede ocurrir si te falta luz SOLAR
A ver: amanece nublado, hace frío, la luz es escasa o gris o blanquecina. Puede que hasta llovizne un poco. Debes levantarte para ir a clases, ir al trabajo o sencillamente porque tienes que hacerlo. Un día así invita a quedarse un rato más en la cama, calentita y cómoda; cierras los ojos y te vuelves a dormir muy fácilmente.
Otro día amanece un sol radiante, el cielo está completamente despejado, un azul intenso le prohíbe el paso a las nubes, y tú sales de la cama tal vez con sueño, pero también energía…
Claro que no todos reaccionamos igual, a unos les afecta más que a otros, pero todos somos influenciados por la cantidad de luz solar que recibimos cada día.
Por supuesto que nuestro estado de ánimo no sólo depende del clima factores personales, muy variados, tienen la última palabra, pero indudablemente tiene su peso.
Y no es sólo un concepto de “correspondencia climática” (por lo demás muy romántico), se trata de un fenómeno totalmente químico y físico. Cuando nos exponemos al sol, éste nos aporta una buena cantidad de vitamina D, esencial para fortalecer los huesos pues ayuda al organismo a absorber el calcio. Sin ella, de niños sufrimos raquitismo y de adultos osteoporosis.
Hay más. La vitamina D influye en las hormonas, específicamente en la producción de serotonina, pues ésta en parte está condicionada por la luz solar disminuye al atardecer y aumenta al amanecer–, y ya sabemos que la serotonina actúa sobre la inhibición de la ira y la agresividad y modifica tanto el humor como nuestros patrones de sueño; es decir, a menos serotonina más malhumor tendrás, más tristeza y más enfado, y a mayor cantidad estarás más feliz y dormirás mejor.
En los países de cuatro estaciones, la llegada del otoño y el invierno significa menos horas de luz, los días son más cortos y éstos serán mayormente grises y lluviosos. Es común entonces el surgimiento del Trastorno Afectivo Estacional (TAE), conocido también como “depresión invernal”, ocurre en el invierno y es causado por la insuficiencia de luz solar. Su principal síntoma es una gran depresión, y los científicos creen que aumenta el riesgo de suicidios. Pero también se presentan sentimientos de tristeza, pérdida de la energía y trastornos del sueño, mejorando estos síntomas al acercarse la primavera.
Esto sucede en los lugares de ambos hemisferios de mayor latitud, donde son comunes los inviernos prolongados.
La regulación de la temperatura corporal y el cambio hormonal está definitivamente marcada por la cantidad de luz solar que haya en el ambiente, pues ésta estimula la glándula pineal y la consecuente variación de melatonina.
Se suele recomendar la fototerapia para tratar estas depresiones invernales, y consiste en la exposición a luz intensa en situaciones controladas.
Cuando la luz entra en los ojos se estimula el área cerebral encargada de regular el reloj biológico, pero también regula la producción de melatonina, vital para mantener nuestra juventud y nuestro buen humor.
En las grandes ciudades también se siente la falta de la luz solar. Es muy común justificar nuestras depresiones con problemas profundos de nuestra psique, nunca pensamos que pueden deberse a la falta de sol… (claro, estamos en la oficina, los horarios nada tienen que ver con los ritmos circadianos, y la verdad a nadie le interesan, lo que importa es cumplir con los resultados…).
Michael Terman, un psiquiatra norteamericano, realizó un estudio en Nueva York asociado a las variaciones lumínicas y de temperatura, y obtuvo resultados verdaderamente esclarecedores: la mitad de los encuestados reportó que perdía energía en otoño e invierno; el 47% engordaba en el mismo periodo, un 31% aumentaba las horas de sueño (aunque no reparador) y otro 31% no tenía interés en actividades sociales.
En las ciudades somos menos conscientes de las necesidades de nuestros cuerpos, pero reaccionan igual ante la falta de estímulo solar.
Así que de ahora en adelante tómate un minuto –o cinco– y quédate al sol, mejor por las mañanas, tempranito, o por las tardes después de las cuatro, para que no te afecten los rayos ultravioleta.
Y pon más atención a tu cuerpo y a tu estado de ánimo cuando haya sol o lluvia, a ver qué pasa (no significa que no nos gusten los días lluviosos, sino cómo nos sentimos).
Fuente: http://supercurioso.com/esto-es-lo-que-te-puede-ocurrir-si-te-falta-luz-solar/